Cuando se quiere dar sentido a situaciones que nos parecen complejas de comprender, nos adscribimos al contexto, que se vuelve muchas veces el pretexto socialmente más aceptado, para dar coherencia a hechos que al estar fuera de este marco parecen carecer de lógica.
El contexto, como contenedor y contenido circulante e instalado en la jerga cotidiana, parece ser usado como marco referencial. Ahora bien, en lo cotidiano no parece que la palabra contexto por si misma sea amenazante, sino que funciona como modulador o regulador de las acciones diarias, pero cuando sumamos otros conceptos, su significado adquiere otra forma y connotación.
Cuando vemos fervientes discusiones donde se ponen en juego ideologías; religiosas, políticas, filosóficas, entre otras, en que se presentan posturas que conforman una especie de tribunal, donde se contraponen jueces, defensores y juzgados, emerge la verbalización de:
- “Lo que pasa es que todo tiene que ver con el contexto”-
Y, parece que con esta declaración se resuelven estos dilemas, pero ¿No se cae con ello en una suerte de relativismo acérrimo? Si bien, el contexto colabora en la construcción de realidades y sentidos, ¿No nos juega una mala pasada cuando nos volvemos puristas? . Al final de cuentas la conclusiòn es simple:
"Usar la palabra contexto,es lo único que no se sale efectivamente de Contexto"
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